De La Habana el mar y sus increíbles restos

Por Gustavo Arencibia-Carballo

garen04@gmail.com

A proposito del cumpleaños 500 de La Habana

… a las estrellas por el camino de las asperezas…  … para que no perezca en lo porvenir la fe habanera… Eusebio Leal

 

La Habana cumple años, es cierto, pero el mar junto a ella en silencio la acompaña también y otros muchos símbolos más, los cuales ocultos o a la vista de todos, sin relevancia aparente, nos miran pasar y andar nuestras calles.

No es locura de apasionado, al mar o a la ciudad bella y linda, a pesar de sus ya tantos años, es la realidad de observar y ver en cada rezago del pasado, compañeros de viajes, de nuestra primada y hermosa urbe.

Es necesario ver al andar La Habana, restos de farolas, muros de antaño enterrados y piedras sobre piedras en un amasijo de leyendas e historias no contadas, pero que están aquí presentes.

Pero si pensamos que Diego Velázquez fue quien potenció en 1515 la fundación de San Cristóbal de La Habana, en áreas hoy ocupadas por el poblado Surgidero de Batabanó y en ese mismo año, el 16 de noviembre, se celebró la primera misa y cabildo, para dejar fundada definitivamente la villa de San Cristóbal de La Habana, ya en la costa norte y actual sede, pero siempre junto a la vida del mar.

Entre los restos de ciudad que no vemos están los fondos de la bahía de La Habana, que creamos o no, cumple también sus 500 años de tesoros acumulados en sus sedimentos.

Sé y he visto botellas y objetos de todos tipos lanzados y acumulados allí y estimo tendremos alguna vez dedicar tiempo a sacar algunos de estos tesoros del tiempo y por qué no, admirarlos mucho también.

Recuerdo hace años unos colegas, amigos e investigadores buceando en la bahía, sacaron de los sedimentos frascos o botellas antiguas en muy buen estado de conservación, los cuales deberían tener quizás sus más de 100 o 200 años, claro solo especulo, pero bien estaría dejar que los especialistas tuvieran en cuenta estas observaciones de restos presentes por todas parte de la ciudad y que nos asombran.

También es bueno recordar para afirmar el alto valor de los restos bajos nuestras aguas como en años pasados, década del 90, especialistas en arqueología rescataron una parte importante de un cargamento del naufragio de la corbeta San Antonio que en septiembre de 1909 se accidento en el canal de acceso a la bahía y el cual transportaba 500 toneladas de losas de cerámica.

Miremos en las calles las farolas antiguas o resto de las mismas, que aún hoy siguen colgando de paredes y fachadas antiguas. La mayoría de ellas no alumbran y es una verdadera lástima, piezas museables tan bellas a pesar de su gran deterioro no sean capaces dentro de un plan coherente y lógico para ser restauradas y conservadas a la vista de todos, además dando un servicio comunitario tan vital en el alumbrado de hoy.

Ellas resisten al salitre y al abandono, y ahí están como nuestro cada vez más grande grupo de personas centenarias.

El mar dignifica la capitalina urbe y aunque no se vea notable para unos pocos, es una cuidad marina que baña con su clima a su población, y sería bueno considerar abandonarla por un tiempo, de vez en vez, para en ocasiones sentir su ausencia, sentir la nostalgia del aire marino, de la vista diaria del mar, del increíble Malecón con el Morro de guardián.

Pero la historia no deja de asombrarnos y en 1538 la villa de San Cristóbal de La Habana es saqueada y destruida por corsarios franceses, pero hoy es increíble ver la ciudad con problemas de urbanización, pero digna y recuperada en parte y constantemente en toda su extensión.

No es solo obligación del estado, es obligación de todos los Habaneros, habitantes y foráneos cuidar este tesoro vivo.

Tampoco esto es algo que sucede en La Habana, otras capitales marinas sufren de similares problemas y como nosotros se les llama a todos a cuidar tan invaluable tesoro.

Y a pesar de que la comida cubana muy antigua o tradicional se perdió en el tiempo, qué decir de las comidas marinas acostumbradas en la capital, no obstante del arroz y los potajes típicos de los cubanos, están los maricos y el pescado en sus múltiples formas y el ostión de Infanta y San Lázaro, que perdido en las últimas décadas debería volver, regresar a la oferta para todos habitantes y foráneos.

Poco a poco regresa una culinaria tradicional para vida normal y para el turismo, todo salva a la ciudad con sus aires marinos, con influencia de otras ciudades del interior, a pesar que existen muchos obstáculos para navegar con éxito en la cocina.

En un lenguaje real al momento de decir y mirar La Habana, será loable pensar en cuantos somos en número y cuantos nos están visitando cada año más, para prepararnos y disminuir los posibles impactos por desechos sólidos y plásticos al mar, conductas inapropiadas en la zona litoral y otras posibles incidencias las cuales podrían avenirse cuando sin maldad, pero con negligencia celebramos con alegría junto al Malecón o en las costas de Miramar o la Habana del este.

Incluyendo también los litorales de nuestros ríos Luyano, Guanabo, Bacuranao, Jaimanita, Quibú y Almendares, pues todo lo que malo o bueno se deseche a sus aguas o sus orillas irá a parar al mar y a mi modo de ver el rostro de La Habana.

Será crucial en el futuro inmediato considerar una formación educativa de cómo se debe comportar el ciudadano común en la ciudad nuestra, sin necesidad de ir a otras a ver o reconocer lo que podemos hacer para de manera vital, celebrar este aniversario y otros que vendrán orgulloso de esta la capital de todos los cubanos.

¡Felicidades singular señora Habana en su 500 aniversario!

 

La Habana, domingo, 26 de enero de 2020.

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Publicado en Artículos.

Cuba, La Habana. Investigador del Centro de Investigaciones Pesqueras, doctor en Ciencias en el Uso, Manejo y Preservación de los Recursos, y maestro en Ciencias del Agua.

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