Tunas de Zaza y Médano: los pueblos que se traga el mar (+fotos e infografía)

En una suerte de porfía entre el mar y la tierra, dos comunidades del sur espirituano, Tunas de Zaza y Médano, pudieran ser literalmente tragadas por el Caribe antes de 2050. Mientras los pobladores se aferran a la costa y a la nostalgia de siglos, las autoridades alertan de que nadie puede vivir con el agua al cuello

Rodeadas por el mar y los lagunatos del río Zaza estas comunidades espirituanas viven en constante peligro de inundación. (Foto: Cortesía del Citma).

Cuando la pleamar llega a Tunas de Zaza y el Médano, el agua salada penetra sin permiso puertas adentro del pueblo y las bofetadas del Caribe golpean a la altura de los ventanales. Pero ya no sucede solo durante las ventiscas de un huracán o algún temporal descarriado. El pueblo vive todos los días literalmente con el agua al cuello, lista para engullirlo todo, los patios, las casas, los recuerdos y hasta los huesos que descansan en paz en el cementerio cercano.

Rodeada de marejadas por la diestra y de lagunatos de la cuenca del río Zaza por la siniestra, en estas comunidades costeras los días transcurren con el peligro pisándoles los talones: según las evidencias científicas, a partir de la elevación del nivel del mar, para el 2050 o incluso antes se las habrá tragado el océano; y por si fuera poco, frecuentemente las apocalípticas crecidas del Zaza las cubren hasta el cuello.

El agua del mar entra como Pedro por su casa en la mayoría de las viviendas de El Médano. (Foto: Vicente Brito/ Escambray).

El Estado cubano ha indicado adelantarse a esta contingencia impuesta por la naturaleza en decenas de poblados costeros de la isla. ¿Qué va a suceder con Tunas de Zaza y El Médano, los únicos que se zampará el mar para entonces en la costa espirituana?, ¿cómo piensan los lugareños sobre estos evidentes peligros y la futura mudanza?, ¿cuáles criterios defienden el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) y Planificación Física, protagonistas y decisores en el asunto? Escambray echa mano a la agenda y parte hacia los horizontes del sur.

COMO SI NADA PASARA

Manglares muertos y vertederos hediondos bordean la carretera desde la entrada misma de Tunas. A media mañana, las mujeres chacharean al sol y una joven entra con su niño al consultorio. A lo lejos se distinguen algunos pescadores con sus cordeles y en la industria otros procesan la captura. Un vendedor ambulante pregona guayabas y aquel anciano de piel tatuada por el oleaje recuerda sus buenos tiempos. La vida transcurre, como si nada pasara.

“Aquí la playa se acabó, el mar ha caminado bastante, los patios llegaban hasta allá, el agua ha venido avanzando, ya se me mete en la casa. La gente tira escombros en el rompeolas para tratar de mantener el espacio, pero entra en dependencia de la marea, de la luna. Tenía un ranchón ahí y se lo llevó el ciclón. Esto está malo, va para atrás”, comenta Jorge Rodríguez, mientras tira el cordel parado en su propio portal medio inundado.

Las embarcaciones ya fondean prácticamente dentro de los portales. (Foto: Vicente Brito/ Escambray).

Arnaldo Ruiz vive en este sitio hace más de 40 años y recuerda cuando el mar permanecía allá lejos, las gallinas picoteaban en los alrededores y hasta el lugar exacto del terreno de pelota donde jugaba con los otros chiquillos, pero ya todo ese espacio permanece sepultado bajo las aguas: “Esto se ha puesto feo, la transformación es grande. El mar lo descarna todo, la parte de atrás de la casa me la tumbó cuando el ciclón, se llevó el televisor, los calderos, todo”.

¿Y usted qué piensa sobre la idea de mudar la comunidad?

“Hay que irse obligado, con un sur y el oleaje ya no puedo estar en mi cuarto. La marejada es cada día más fuerte y se come al ladrillo. Tuvimos que sacar el baño porque entró el mar. Algún día habrá que irse. Esto no aguanta más”.

¿Cuáles resultan más peligrosas: las inundaciones del Caribe o las del río Zaza?

“La presa no tiene corriente, no hace fuerza, subes las cosas y no hay problema, pero las olas son misiles. Cuando dicen: voy, la marejada se lo lleva todo. Y no tengo cemento para hacer un muro”.    

En medio de la lengüeta de tierra sobreviviente de lo que fue El Médano, Nilsa Pérez se atrinchera incrédula detrás de los muros que construyó con su familia para resguardar su casa de las embestidas del mar. El ciclón le llevó la cocina, pero ya la reconstruyó. En una cochiquera contigua los cerdos casi flotan: “Dicen que se van a llevar el pueblo, pero mientras nos morimos aquí. Quiero arreglar mi casa, en la Vivienda me están haciendo los papeles para reconstruirla”.

Muchos habitantes de estas comunidades consideran que los muros pueden aguantar al Caribe. (Foto: Vicente Brito/ Escambray).

¿No le han explicado que aquí ya no se puede volver a construir porque van a mover la comunidad?

“Me lo dijeron, pero no puedo esperar la ley para que la casa se me caiga, todo se filtra. Yo no me voy, ni mi marido ni mi hijo saben hacer más nada. La mayoría dice que no se va. A la larga quizás nos tengamos que ir, pero más adelante. Aquí vivo tranquila y feliz”.

¿Tranquila y feliz?, ¿y cuando anuncian ciclón o intensas lluvias?

“Me altero un poco, recojo todo, subo las cosas y llevo algunas para casa de mi hija”.

El pescador William Pérez irrumpe en la conversación con tozudez. Para él irse de aquí “es como arrancarle el corazón a uno” y argumenta su obstinación con varias teorías ilusas: que los ciclones hacen daño donde sea, que La Habana también se inunda por el malecón y nadie ha dicho de moverla, que el mar no ha entrado tanto, que cuando se muden les van a poner transporte para que vengan a trabajar solo la primera semana, que si dieran materiales todos podrían construir muros a lo largo de la costa…

En estos poblados costeros la vida continúa como si nada pasara. (Foto: Vicente Brito/ Escambray).

¿Ustedes creen que con muros van a dominar el mar?

“Sí, si cada vecino pudiera hacer sus tramos, nos afectaría menos, con menos fuerza. Si nos vamos de aquí tenemos que buscar otra vida. En la mosquitera del Sala’o y Tayabacoa ¿quién va a vivir?”.

El matrimonio de Gelacio Márquez y su esposa ha permanecido en el litoral toda una vida y también se resiste a marcharse: “Con el tiempo esto desaparece. El que conoció esa costa y ve el hilito que queda sabe que va a acabarse. Al mar no hay quién lo aguante, pero yo no me voy. Cuando vayan a mover al pueblo ya me morí”.

¿No le tienen miedo a la inundación?

No, ya estamos acostumbrados.

EPISAN, ¿LA SOBREVIVIENTE?

Fundado en 1840, Tunas de Zaza nació como pueblo de pescadores en la ribera misma del Caribe y llegó a tener hasta un puerto floreciente y un ramal del ferrocarril, que contrastaban con las penurias de los lugareños. En la década del 50 del pasado siglo, la pluma mayúscula de Onelio Jorge Cardoso la incluyó entre los “parajes olvidados de Cuba”. Hoy en el asentamiento, que incluye El Médano, viven cerca de 2 350 personas en unas 840 viviendas y un progreso económico indudable, gracias en lo fundamental al desarrollo de la pesca.

Con varias instalaciones para la prestación de servicios —desde escuelas y consultorios hasta un Rapidito y una shopping—, sus viviendas, entre esteros y lagunas, ofrecen contrastes innegables: algunas parecen levantadas a golpe de parches, de rachas del mal tiempo, pero otras lucen con toda la modernidad dentro.

“Para muchos eso de que el pueblo va a desaparecer es un invento. Se dijo que no se debían levantar nuevas casas ni reconstruir y lo están haciendo. La mayoría son pescadores y no saben hacer otra cosa. Las opiniones están divididas. Es difícil sacar a una persona del lado del mar donde ha vivido toda una vida. Este es su mundo, ganan mucho, ese nivel de vida no lo van a tener allá. Ninguno quiere irse, pero a la larga tendrán que hacerlo”, considera Aguenier Baños, el presidente de este Consejo Popular.

Para los ancianos de Tunas y El Médano resulta más difícil alejarse de aquí. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

La polémica también sube hasta otro protagonista de la escena, la Empresa Pesquera Industrial (Episan), a un cantío de la comunidad. Múltiples testimonios aseguran que allí jamás ha llegado la crecida porque se encuentra un poco más alto sobre el nivel del mar e incluso sirve como puesto de mando a la hora de las emergencias y cuenta con un almacén para guardar pertenencias de los evacuados.

Especie de refugio y eje central del pueblo, hasta el momento no se ha valorado trasladarla de lugar, sino continuar invirtiendo para aumentar la producción: “Aquí todo el mundo está actualizado en términos de evacuación. Cada detalle está definido y controlado. Somos una empresa de referencia con sello de calidad”, asegura Ariel Pizat, secretario del Comité del Partido en esa entidad.

La dirección de Episan reconoce que solo se les inunda la unidad Pescazaza, donde se han reportado algunos daños, pero protegen las embarcaciones y evacuan talleres y oficinas para minimizar los efectos de las inundaciones; además de que cada año se preparan para enfrentar este tipo de contingencia con los menores perjuicios.

“La situación de Tunas es grave. Lo primero es la vida de las personas. Lo último que habría que mover es esta empresa, que está a 2 metros sobre el nivel del mar, pero la industria sin hombres no funciona, tendrían que hacer un programa para, cuando los muden, los trasladen hasta acá a trabajar porque ellos ya están especializados y laboran con calidad. Le aportamos mucho a la economía país”, reflexiona Dony Alberto Gómez, el director general.

RUTAS DE UNA MUDANZA

Antes que Tunas y El Médano se borren del mapa, mucho queda por hacer todavía. Apenas el pasado año comenzaron a escuchar allí sobre la Tarea Vida, el plan de Estado para el enfrentamiento al cambio climático, que considera al asentamiento entre los priorizados a nivel nacional por afectación total debido al ascenso del mar.

Los estudios sociológicos realizados por el Citma lo dejan bien claro: más del 70 por ciento de la población no quiere abandonar el pueblo, a pesar de reconocer las vulnerabilidades por su ubicación geográfica. La mayoría mantiene la confianza en que el Gobierno garantizará a tiempo su evacuación, custodiará sus bienes y aún sueñan con la posibilidad de encontrar una solución sin necesidad de abandonar su espacio, como lo han hecho durante más de 100 años.

Arraigados allí hasta la médula, muchos aprendieron a nadar antes que a caminar y el primer regalo que hacen a los niños es un cordel, un anzuelo o una red de pescar porque eso les garantizará su vida. Pero, lamentablemente, sobre ellos pende una punzante espada de Damocles, pues, según el Consejo de la Administración Municipal, solo en el último quinquenio los han evacuado cerca de 10 veces, con gastos cercanos a los 175 000 pesos en cada ocasión.

No por gusto el Gobierno ha decidido mover el pueblo. A Planificación Física corresponde la nueva microlocalización y realizó tres propuestas: El Salado —ya desestimada porque sufrió inundación durante la tormenta subtropical Alberto—; Guasimal —por su cercanía e infraestructura creada—; y Sancti Spíritus, porque toda la población que hay que desplazar no cabría en Guasimal.

“Ya el Gobierno concluyó ubicarlos en Guasimal  para que sigan vinculados al mar. Aunque vean lejos el 2050, muchas casas van a ir quedando bajo agua. Ellos no comprenden el peligro. El mar está entrando también por abajo, deteriorando los cimientos, el salitre es muy agresivo y en algún momento se van a caer las casas. Todo va a desaparecer”, considera Madelén de Armas, jefa de Ordenamiento Territorial en la Dirección Provincial de Planificación Física.

Algunas viviendas ya quedaron totalmente destruidas por los embates del mar. (Foto: Vicente Brito/ Escambray).

¿Y para cuándo sería la mudanza?

“En el 2030 debe estar todo listo”.

Según los estudios y pronósticos realizados, para el 2050 alrededor de 40 centímetros de Tunas de Zaza-El Médano quedarán por debajo del nivel del mar, sin mencionar que esa longitud pudiera aumentar porque los derivados del cambio climático se han acelerado: las temperaturas han subido más rápido de lo previsto, se ha precipitado el derretimiento de los casquetes polares y, por ende, ha aumentado más el ras de las aguas.

“Tunas de Zaza y El Médano se encuentran en una posición extremadamente vulnerable, la penetración del mar va ser permanente. Allí se han hecho acciones de educación ambiental, pero hace falta más trabajo de sensibilización con la gente. El problema es la baja percepción del riesgo. Hay que convencerlos de que se tienen que ir”, comenta Leonel Díaz Camero, delegado del Citma en la provincia.

¿Quién decide cómo, cuándo y hacia dónde se mudan Tunas y El Médano?  

“El país quiere que se decida colectivamente, hay que trabajar con la percepción del problema, convencerlos y llegar a un acuerdo”.

Algunos dicen que sus casas no se afectan, ¿las inundaciones dañan toda la comunidad o solo sus partes bajas?

“Puede ser que haya una zona con determinada altura donde las casas no se inunden, pero quedan aislados, incomunicados una semana y sin servicios, están afectados. Esa sería la minoría porque hemos medido hasta dónde llega el agua cuando el mar sube, hasta 3 metros, no hay ninguna zona en Tunas que tenga más de 3 metros de altura sobre el nivel del mar”.

En Tunas existen otros problemas medioambientales, ¿ayudaría resolverlos o comoquiera son un pueblo sin salida?

“Nada de eso tiene que ver con el cambio climático, todo lo que hagan no va a impedir que suba el nivel del mar y se inunden. Eso no quiere decir que esos otros problemas no haya que trabajarlos”.

¿La construcción de casas en un segundo nivel y de muros en la costa remediaría la situación o constituye solo un espejismo?

“Es un espejismo porque tendrían que hacer una muralla como la china y rodear al pueblo, le entra agua por todas partes. Va a ser difícil convencerlos. Se escogió un lugar cercano porque ya cuenta con un grado de urbanización e infraestructura que permite disminuir los costos del traslado para el Estado. Además, para que sigan manteniendo su cultura; para que sigan viviendo del mar, que es una actividad muy lucrativa y es lo que quieren; para que la afectación psicológica y económica sea la mínima. Pero hay que convencerlos porque se tienen que ir, no pueden vivir dentro del agua”.  

Los pobladores lanzan escombros con la esperanza de detener al mar. (Foto: Vicente Brito/ Escambray).

Desde una atalaya lejana, otra vez la sensatez se impone a los sentimientos. En este horizonte de urgencias, la naturaleza ultima sin remedio. Aun así, la escapatoria no debe convertirse en arbitraje de ordeno y mando, mucho menos en una guerra inútil entre dos mundos. La persuasión no solo se define en los manuales. La mentalidad tampoco permuta en un día. Pero la cuenta regresiva ya se escucha en el sur y su tiempo comenzó a morir.

Infografía: Escambray.

Mary Luz Borrego

Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas económicos. Ganadora de importantes premios en concursos nacionales de periodismo.
Fuente:
https://www.escambray.cu/2019/tunas-de-zaza-un-pueblo-sin-salida-fotos-e-infografia/?unapproved=67144&moderation-hash=b5fca3a4323cb3eeef1861bc187ee25d#comment-67144
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Publicado en Artículos, Ecología, Medio Ambiente, Mitos y Leyendas del Mar, noticias / news, Pesca.

Cuba, La Habana. Investigador Titular del Centro de Investigaciones Pesqueras, doctor en Ciencias en el Uso, Manejo y Preservación de los Recursos, y maestro en Ciencias del Agua.

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