Para salvar la costa a toda costa Cuba acaba de recibir un financiamiento del Fondo Verde para el Clima, a fin de desarrollar un proyecto de resiliencia costera al cambio climático capaz de amparar a numerosos asentamientos humanos condenados a morir.

Tramos costeros objetivos de la intervención. (Infografía: cu.undp.org)

Como nenúfar parece flotar la isla de Cuba en el estanque azul caribeño, pero esta imagen romántica puede hacerse añicos con mucha más prisa que el mismísimo suspiro que provoca tal idilio.

Como muchos otros territorios insulares de la región y otros litorales bajos, la alargada isla de amable medioambiente no puede evitar tener, entre sus bellezas, una gran vulnerabilidad ante los impactos del cambio climático. La distópica historia ya ha sido contada: de mantenerse el incremento de gases de efecto invernadero, el calor promedio del planeta aumentará, se derretirán los glaciares y el nivel del mar crecerá lo suficiente como para que muchas costas que rebarban el archipiélago-nación queden anegadas.

Según proyecciones de los clínicos de clima, de no realizarse intervenciones a tiempo, para finales del siglo XXI unas 21 comunidades costeras desaparecerán completamente en Cuba, mientras más de 98 serán severamente afectadas por amenazas relacionadas con el cambio climático, esa leñosa cruz que carga el planeta.

Es por ello que los científicos, tras estudiar cada palmo de litoral, concluyeron, con el apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), un proyecto que acordaron llamar Resiliencia costera al cambio climático en Cuba a través de la adaptación basada en ecosistemas, mejor conocido de boca en boca y de texto en texto como “Mi Costa”.

Mi Costa propone establecer acciones de adaptación costera en las áreas de intervención, así como favorecer la replicación de la experiencia a otras zonas costeras del territorio nacional a mediano y largo plazos. Para el país es, por supuesto, vital, y su prioridad está entre las más jerarquizadas por su gobierno.

Para revertir la situación actual, el proyecto se enfoca en la implementación de la Adaptación Basada en Ecosistemas (ABE), la creación de capacidades de la comunidad local para la adaptación y la integración de la ABE dentro de la planificación local y nacional para la gestión costera.

Esta adaptación basada en el ecosistema o ABE se basa en la recuperación y el fortalecimiento de los servicios del humedal costero (fundamentalmente manglares y bosques de ciénaga), los cuales permitirán disipar la energía del oleaje extremo y los fuertes vientos, así como mejorar la disponibilidad y calidad del agua y disminuir los riesgos asociados a este recurso (sequías, inundaciones, salinización de agua y suelo).

Los impactos de las acciones de rehabilitación serán identificados mediante el monitoreo integral sobre la calidad del agua potable, la calidad del agua marina y sobre los ecosistemas marinos y costeros (pastos marinos y arrecifes) aledaños.

De tal suerte, en 30 años –plazo para el que está pensada la ejecución del proyecto– mejorará la resiliencia al clima de más de 444 700 personas directamente y de manera indirecta, a más de 879 300. De paso, protegerá los hábitats costeros vulnerables, principalmente en lo que respecta a la elevación del nivel medio del mar y a la intensificación de los huracanes.

La Agencia de Medio Ambiente (AMA) perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba (Citma) es la entidad encargada de ejecutar dichas acciones nacionalmente, mediante el Instituto de Ciencias del Mar (Icimar). Su implementación, asimismo, permitirá el apoyo a la ejecución del Plan de Estado para el Enfrentamiento al Cambio Climático, conocido como Tarea Vida, una hercúlea estrategia que pondrá a prueba las capacidades del país para asegurarse de alguna manera la supervivencia de prácticamente todos los cubanos.

A la vez, tales acciones coadyuvarán al fortalecimiento de alianzas con el Pnud en Cuba, el otro remo de esa regata conjunta.

Semejante empresa solo es posible llevarse a cabo adecuadamente con la utilización de recursos con los que el país no cuenta en su totalidad. Es por eso que el proyecto fue llevado a la reunión número 28 de la Junta del Fondo Verde para el Clima, que en su sesión final, el pasado 19 de marzo, aprobó con abrumadora mayoría de votos una propuesta presentada para su financiamiento.

El Fondo Verde para el Clima (GCF, por sus siglas en inglés) es un capital dentro del marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, constituido como mecanismo para ayudar a países en desarrollo en prácticas de adaptación al cambio climático y la mitigación de sus efectos. Tiene su sede en Songdo, nuevo distrito de Incheon, Corea del Sur, y está gobernado por un consejo de 24 miembros.

Este nuevo proyecto brindará valiosos insumos para el trabajo de los territorios en la Tarea Vida”, aseveró Odalys Caridad Goicochea Cardoso, directora general de Medio Ambiente del Citma. (Foto: @OGAmbienteCuba / Twitter)

“Con el financiamiento del Fondo Verde para el Clima y el apoyo del Pnud como entidad implementadora, este nuevo proyecto brindará valiosos insumos para el trabajo de los territorios en la Tarea Vida. Juntos, estos esfuerzos ayudarán a las poblaciones vulnerables a adaptarse a los riesgos asociados con el cambio climático”, comentó al respecto la doctora Odalys Goicochea, directora general de Medio Ambiente del Citma.

Según lo aprobado, el financiamiento será otorgado para los primeros ocho años del proyecto por una suma de 23 millones 927 294 dólares estadounidenses y se complementará con una cifra equivalente por parte del gobierno cubano.

Esa suma total permitirá la implementación con un enfoque de adaptación basado en ecosistemas para la protección costera, con lo cual se beneficiarán 1,3 millones de personas en 24 municipios del país y siete asentamientos costeros de las provincias Pinar del Río, Artemisa y Mayabeque (Tramo 1), así como Ciego de Ávila, Camagüey, Las Tunas y Granma (Tramo 2).

Según se evaluó tomando como base el Procedimiento de diagnóstico social y ambiental del Pnud, este proyecto se ha considerado de riesgo moderado y se basará en las experiencias exitosas y los conocimientos existentes sobre la rehabilitación de los ecosistemas, los cuales apostarán por la aplicación de un enfoque integrado de adaptación basado en el ecosistema en el paisaje costero.

Dicho en palabras comunes, se trata, al margen de su nobleza, de un proyecto viable, de ejecución relativamente rápida y con resultados que revierten con sus beneficios el desafío de un severo problema para la vida de una gran cantidad de personas y, por extensión, para el equilibrio de una amplia región.

Sin embargo, la concesión de la ayuda internacional citada no tuvo el camino tan allanado como podría esperarse. Inexplicablemente, el representante de Estados Unidos en esa reunión expresó su objeción a aprobar fondos para Cuba, aun cuando se trata de un pequeño estado insular en desarrollo dispuesto a desplegar un proyecto de fortalecimiento del sistema de adaptación nacional ante el cambio climático.

Como contradictoria, además, fue vista esa revocación entre los participantes en el cónclave, al no poder explicarse cómo era posible eso, si la nueva administración estadounidense había prometido un fuerte enfoque hacia el enfrentamiento al cambio climático y el multilateralismo en su agenda.

Para muchos, cuando menos, fue un hecho inaudito.

La ceja se enarca

Como ceja pintada sobre el mar, se ubica Cuba en una de las zonas más activas de la región de huracanes del Atlántico y el Caribe. La ceja y el mal de ojo, podría antojadamente mistificarse.

Si bien los científicos no se ponen de acuerdo sobre la responsabilidad del cambio climático en la formación de eventos meteorológicos huracanados, no existen dudas de que el gradual calor del espejo de agua contribuye a la intensificación de tales formaciones y, por ende, a su poder destructivo.

En todo caso, los registros no mienten, y en los últimos diez años el por ciento de huracanes intensos que azota al país ha aumentado de un histórico 26 por ciento a 78. Según previsiones, esta tendencia probablemente se intensifique en medio de un clima cambiante, como lo demuestra el incremento de tormentas intensas en el Atlántico como resultado de la elevación de la temperatura del Caribe desde 1998.

Como consecuencia del cambio climático, se estima que el nivel medio del mar aumente entre 0,27 y 0,85 metros para el año 2100. Esta “pequeña” elevación provocará la inundación de hasta 5 969 kilómetros cuadrados y afectará a más de 220 asentamientos costeros. Como si no fuera suficiente, ninguna parte de la República, estrecha como una ceja, se encuentra a más de 60 kilómetros de la costa.

Tales datos han sido manejados por el Informe de evaluación social y ambiental, elaborado para la discusión del financiamiento del Fondo Verde, finalmente aprobado. El mismo resume que debido a una variedad de efectos relacionados con el cambio climático, las comunidades costeras cubanas son extremadamente vulnerables a los efectos de la elevación del nivel medio del mar.

Las previsiones vertidas por los eruditos no pueden ser más dantescas. De 262 asentamientos humanos costeros que tienen registrados los catauros, 119 (casi la mitad) cargan con el sambenito de riesgo su desaparición, mientras 21 ya tienen su suerte echada y desaparecerán de la epidermis cubana para el año 2100, si no se hace una acción salvadora a tiempo.

Invisible para los millones de turistas que cada año disfrutan de las playas, el drama costero cubano es más intenso aún debido a la geología kárstica de la ínsula. Es decir, su relieve está originado por la meteorización química de determinadas rocas, como la caliza, dolomía, yeso, etc., compuestas por minerales solubles en agua.

Esta caprichosa geología provoca una elevada dependencia de los acuíferos subterráneos, los cuales son susceptibles de ser contaminados por las inundaciones y las tormentas; así como a una mayor salinización debido a la penetración del agua de mar, todo lo cual representa una amenaza directa para la salud pública y para la seguridad de disponibilidad de agua con calidad.

De manera que la elevación del nivel del mar y el incremento de intensidad de los huracanes se presentan como las dos cabezas de un monstruo climático fuera de control: una, que provoca el retroceso de la línea costera, la pérdida de las tierras agrícolas, la destrucción de los asentamientos costeros, la salinización de acuíferos y la pérdida de los servicios de los ecosistemas de importancia económica para las comunidades.

Otra, que afecta perjudicialmente la infraestructura, los asentamientos, los servicios públicos y las condiciones de gobernanza, así como la calidad del agua con los correspondientes efectos sobre la salud, debido a los vientos asociados de gran velocidad, el impacto de las olas, el oleaje, las inundaciones y las lluvias intensas.

Con tales bazas, no queda otra opción que salvar la costa, Mi Costa, a toda costa.

Toni Pradas

Toni Pradas
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Cuba, La Habana. Investigador del Centro de Investigaciones Pesqueras, doctor en Ciencias en el Uso, Manejo y Preservación de los Recursos, y maestro en Ciencias del Agua.

Un comentario

  1. Felicidades a todos los que han trabajado para lograr este éxito que redundará en beneficio de las zonas costeras y sus recursos marinos y sobre todo de su población.

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