Las tortugas marinas del Caribe Colombiano

Ricardo Álvarez-León y Alvaro Andrés Moreno-Munar

El estudio de las tortugas marinas en Colombia ha experimentado diferentes fases y centrado principalmente en las especies presentes en las aguas caribeñas. El auge de estos estudios se puede decir que comienza a partir de los trabajos de Reinhard Kaufmann, en las décadas de 1970 y 1980. Este científico alemán identificó las primeras colonias nidificantes de Caretta caretta (Linnaeus) (Fig. 1), conocida localmente como tortuga Gogó, Caguama o Caguamo, en las playas del Departamento del Magdalena (norte de Colombia).

Sin embargo, la falta de aplicación de los resultados científicos a la gestión se refleja en el inadecuado manejo, captura y conservación de las diferentes especies de estos importantes quelonios, tanto del Caribe como del Pacífico (Fig. 2), y ha llevando a sus poblaciones a peligrosos límites, e inclusive a niveles de extinción, como se refleja en el Libro Rojo de Reptiles Amenazados de Colombia. Uno de los objetivos centrales de este trabajo es presentar un diagnóstico actualizado del conocimiento de cada una de las familias (Chelonidae y Dermochelydae), de las seis especies (Caretta caretta, Chelonia mydas, Dermochelys coriacea, Eretmochelys imbricata, Lepidochelys kempii, L. olivacea) registradas hasta la fecha las costas del Caribe colombiano, proporcionando la información básica y actualizada, indispensable para Las tortugas marinas del Caribe Colombiano. Para futuros Programas Nacionales o Interregionales, ya que se trata de un recurso migratorio y compartido.

Figura 1. Tortuga Caguama, Caretta caretta, en el Departamento de Magdalena (Foto de Alvaro Andrés Moreno-Munar).

Figura 2. Tortugas Lora Lepidochelys kempii y Golfina Lepidochelys olivacea en el Pacífico colombiano (Foto de Alvaro Andrés Moreno-Munar).

Tradicionalmente la carne de tortuga ha sido muy apreciada. Ruíz-Rivas1 comenta que en la década de 1940, en la Isla de Providencia, se consumía la carne de tortuga diez veces más que la carne bovina. No obstante, quizás lo que más se utiliza son sus huevos recién depositados en las playas. Al parecer, las playas con pendiente suave eran visitadas periódicamente por las diferentes especies con fines reproductivos y de puesta, lo que es aprovechado por las comunidades nativas de La Guajira local como un recurso nutricional muy importante (Fig. 3).

Figura 3. Tortuga Verde, Chelonia mydas, utilizada para consumo humano (Foto de Luis Alonso Gómez-Lemus).

Las diversas condiciones naturales, geográficas e históricas, contribuyeron, a suscitar la variedad de nuestros productos de exportación, dentro de los cuales el carey, extraído del caparazón de Eretmochelys imbricata, llegó a ocupar lugares muy importantes dentro de las exportaciones nacionales entre 1838 y 1865.

Existen algunos antecedentes que indican la abundancia y tamaño de estos quelonios, principalmente en la costa caribeña de Colombia, que permiten saber con alguna certeza cuales eran las especies más comunes, su tamaño, los métodos de pesca utilizados, las zonas de captura y el mercado de sus productos.2,3 Así, Ortega-Ricaurte (1941) afirmaba que en el Cayo Serrana la tortuga carey (Eretmochelys imbricata) era escasa, ya que los pescadores que trabajan allí capturaban esporádicamente una que otra.

Igualmente, Persons (1964) no dudaba en afirmar que pese a la importancia que los pueblos precolombinos daban al recurso tortuguero, fueron los británicos los que organizaron el aprovechamiento intensivo del recurso en el Mar Caribe, hasta constituirse en indispensable para los esclavos, agricultores y bucaneros, siendo frecuentes las crónicas de las actividades de pesca en los cayos vecinos a la Isla de Providencia. Años más tarde, ante la escasez de tortugas en las costas de Miskitos y la isla de Jamaica, los habitantes de Gran Caimán realizaron una arrasadora captura de tortugas en los Cayos de Serrana, Serranilla y Roncador. Ben-Tuvia y Ríos-Rodríguez, en 1970 (INDERENA-FAO 1945), registraron capturas alrededor de Serrana, de hasta seis tortugas por día, mientras que Garcilazo de la Vega (Comentarios Reales) describe como Pedro Serrana (naufrago español en cuyo honor se designa el cayo) se alimentó con carne de tortugas durante siete años y de cómo los indios Miskitos de Centroamérica visitaban periódicamente los cayos para cazar tortugas (Fig. 4).

Figura 4. Ejemplar de tortuga verde Chelonia mydas recuperada en la Alta Guajira por la Policía Nacional de Colombia (Foto de Olga Lucia Lara-Quintero).

Al igual que sucede en varios países caribeños, actualmente no existe una utilización integral del animal, originando un frecuente y lamentable desaprovechamiento del caparazón, aletas, cuero, huesos y vísceras (Fig. 5). La única excepción son las islas de Gran Caimán, donde se fabrican variados utensilios artesanales, bastante apreciados a nivel mundial. Julián (en 1787) relataba como en las costas colombianas se apreciaba el caparazón de la carey, con la que se elaboraban marcos, saetillas, peinetas, coyetas, alhajas, atriles y múltiples utensilios para el culto divino, que eran usados en todo el Nuevo Reino de Granada, Popayán y Quito. Cita como ejemplo más representativo el altar mayor de la Capilla del Sagrario, contigua a la Catedral Primada de Santa Fe de Bogotá, o las incrustaciones en muebles, bargueños, marquetería y otros artículos decorativos, con influencia del arte árabe.

Así durante el siglo XIX la carga más valiosa que se llevaba desde Providencia hacia los puertos norteamericanos (New York o Boston), era la concha de la tortuga carey. No obstante, tal como ha sucedido con otros productos naturales de exportación, dicho comercio fue bastante corto.

Figura 5. Preparación de tortuga Verde, Chelonia mydas con leche de coco en la zona de La Guajira (Foto de Luis Alonso Gómez-Lemus).

La llegada de los plásticos alivió la presión sobre especies como la tortuga carey (E. imbricata). Sin embargo, artesanos japoneses y nativos siguieron su labor aprovechando y, en la década de 1970, Panamá se convirtió en el centro de acopio del Caribe y Pacífico americano, debido a su legislación poco severa en materia de protección a la fauna. La carne salada de tortugas (Chelonia y Eretmochelys) junto con la del manatí (Trichechus manatus) fue parte importante de la ración ó tasajo de las tripulaciones de las naves españolas durante la Conquista y la Colonización, después la presión fue sobre los huevos en las playas de anidación, tanto para la alimentación humana como para engordar los cerdos (Acandí, Chocó) (Fig. 6).

Figura 6. Tortuga Canal, Dermochelys coriacea, en el Parque Nacional Natural Tayrona (Foto de Alvaro Andrés Moreno-Munar).

Según Julián5, la captura de tortugas en la Provincia de Santa Marta era tan abundante que los montones de caparazones, inclusive los de la Carey tan apreciados en la época, eran tan altos que podían divisarse a considerable distancia. Aunque se desperdiciaban los caparazones, su carne y huesos eran aprovechados, y los nidos respetados con objeto de proteger las especies, especialmente la Carey. Lamentablemente, esta práctica conservacionista entró en desuso con el cambio hacia la colonización mecanizada6.

Con base en la demanda mundial, Mendal Hermanos curtían en Bogotá pieles de tortuga, tanto del Caribe como del Pacífico. No hay duda, sin embargo, que los impactos que más afectan a las diferentes especies en nuestras costas han sido su captura indiscriminada, la invasión humana con diferentes propósitos a las playas de desove, y el impedimento que se presenta al normal desarrollo de sus ciclos de vida, al recoger y/o dañar los huevos, que con gran esfuerzo depositan las hembras en las playas (Figuras 7, 8 y 9).

Figura 7. Ejemplar de tortuga Carey (Eretmochelys imbricata) del Programa de Cría y Levante de Neonatos de Tortugas Marinas en Santa Marta (Foto del Proyecto Tortugas Marinas de la Universidad de Bogotá “Jorge Tadeo Lozano”. Foto de Alvaro Andrés Moreno-Munar).

Figura 8. Neonato de tortuga Caguama (Caretta caretta) en el Departamento del Magdalena (Foto de Alvaro Andrés Moreno-Munar).

Figura 9. Tortuga Caguama, Caretta caretta, del Programa Cría y Levante de Tortugas Marinas (Foto del Proyecto Tortugas Marinas de la Universidad de Bogotá “Jorge Tadeo Lozano”. Foto de Alvaro Andrés Moreno-Munar).

Así mismo, se carece de mecanismos efectivos y continuos de protección y vigilancia para estos quelonios, ya que con las únicas excepciones de la Resolución 1032 (agosto 9 de 1977), por medio de la cual se veda la captura de la tortuga Carey en todo el país. Los decretos 1681 y 1608 (agosto 4 de 1978) reglamentan todos los aspectos relacionados con los recursos hidrobiológicos y protección de la fauna silvestre, pero se carece de la vigilancia y seguimiento continuado, así como de todos los medios legales específicos para el adecuado manejo y conservación de las diferentes especies que habitan nuestras aguas (Fig. 9). En 1981, Colombia suscribió el Convenio sobre Comercio Internacional de Especies amenazadas de Flora y Fauna Silvestre (CITES) y se han adelantado acciones para hacerlo compatible con la Legislación Nacional, por ejemplo a través del Acuerdo 021 (abril 26 de 1991) por el cual se dictan normas específicas para la protección de las tortugas marinas.

La relativamente extensa bibliografía sobre las tortugas marinas de Colombia puede dividirse en cuatro grandes grupos: (1) las obras generales sobre tortugas que incluyen citas de las observaciones en el Caribe colombiano, (2) las sinopsis de especies, (3) las investigaciones realizadas en las áreas de anidación, forraje y pesca, y (4) Tesis Profesionales, especialmente sobre tortugas del Caribe (Fig. 10).

Figura 10. Tortugas Carey, Eretmochelys imbricata, en proceso de rehabilitación en el Santuario de Fauna y Flora Los Flamencos en la Guajira colombiana (Foto de Alvaro Andrés Moreno-Munar).

AGRADECIMIENTOS: El anterior artículo fue publicado en OKEANOS. Revista de la Sociedad Atlántica de Oceanógrafos.  ISSN 2444-4758. pág. 4-9. N°6 enero-junio de 2018.

Bibliografía

(1) Ruiz-Rivas, G. 1948. El archipiélago lejano. Ediciones Arte. Barranquilla (Atl.) Colombia.
(2) Peréz-Arbeláez, E. 1964. Recursos Naturales de Colombia (su génesis, su medida, su aprovecha-miento, conservación y renovación). Inst. Geograf. “Agustín Codazzi” 2a Ed. Tomo I, Bogotá D.E. Colombia, 428 p.
(3) Heckdon, S. 1969. El Islote, una comunidad de pescadores, en las islas de San Bernardo. Tesis Profesional. Fac. de Cienc. y Artes. Univ. de los Andes, Colombia, 62 p.
(4) Nieto-Arteta, L.E. 1975. Economía y cultura en la historia de Colombia. 6a Edición. Tiempo Presente Ltda. Bogotá D.E., 343 p.
(5) Julián, A. 1787. La perla de la América, Provincia de Santa Marta. Edición Príncipe. Madrid (España) An-tonio de Sacha, 280 p. (Acad. Colombiana de Historia, Bibl. Historia Nacional, Vol. 141 (1980) Edición Facsimilar. Colombia.(6) Mejía-Gutiérrez, M. 1990. De la vida silvestre a la colonización mecanizada en el Caribe colombiano. UNC/ICFES-Cuadernos de Geografía, 2 (1): 53-208.