El planeta está llegando al límite de su capacidad para proveer alimento a su creciente población. Es urgente tomar medidas y éstas pasan por virar nuestro consumo de productos terrestres a productos de origen marino. Eso sí, gestionados sosteniblemente.
La agricultura y la ganadería no pueden crecer más porque el agua dulce necesaria para su realización es un recurso limitado y porque otros fenómenos, como la desertización, lo complican. Nos faltará alimento porque nos falta agua. ¿Cómo puede ser eso posible en un planeta llamado azul por el color de sus océanos? El biólogo marino Carlos Duarte explicaba la paradoja: “insistimos en usar el agua de la cuarta parte del planeta que es seca, los continentes”. La respuesta, como se viene demostrando estos días en Encuentro de los Mares, la tiene el océano.
“Una cuarta parte del alimento tendrá que venir en un futuro no lejano del mar”. Duarte afirma que podemos multiplicar la actual producción de alimento marino si actuamos rápida y sosteniblemente. Varios son los frentes de batalla.
En 1990 llegamos a un colapso de la capacidad de los océanos para mantener los estocs pesqueros, pero, afirma Duarte, que si “relajamos un poco la presión sobre estos estocs pesqueros se podrá recuperar su biomasa en 10 ó 20 años”. El mar tiene una alta capacidad para regenerarse, como se demostró en España con la recuperación de la anchoa del Cantábrico o con los años de moratoria del atún.
Pero el problema de fondo es, según Duarte, que, así como en tierra el hombre rápidamente pasó a producir su propio alimento “en el mar, sigue siendo básicamente cazador y recolector”. No podemos depender únicamente de la captura salvaje si necesitamos alimentar a casi 10.000 millones de personas en 2050. Es ahí donde entra en juego la acuicultura.
Las granjas del mar
“Cada año ‘domesticamos’ 10 nuevas especies marinas” con lo que “1 de cada 1.000 especies marinas ya se produce en cautividad”. La acuicultura es relativamente reciente y aún tiene camino por recorrer porque “de los 3.000 organismos marinos que consumimos solo hemos ‘domesticado’ un 15%”. Estamos a punto de agotar los recursos terrestres pero los océanos aún pueden abastecernos.
Actualmente, “la acuicultura aporta el 42% de toda la alimentación marina” pero es una industria que todavía tiene que desarrollarse porque tiene la capacidad, si se hacen bien las cosas, de llegar a producir en 2040 hasta 1.200 millones de toneladas de alimento de origen marino “habiendo utilizado solamente el 1’4% del océano costero”. Duarte insiste en la necesidad de trabajar sosteniblemente y erradicar prácticas de la actual acuicultura que también son perjudiciales: “no tiene sentido invertir 20 millones de toneladas de pesca salvaje para crear harinas marinas que alimentan a los peces de las granjas para acabar obteniendo 5 millones de toneladas de producto de acuicultura”.
Para mejorar el rendimiento de esta industria y reducir su impacto ambiental, el profesor Duarte propone certificar la acuicultura sostenible, estudiar dónde ubicarla en el océano para que no tenga impacto medioambiental, producir suficiente plancton para ser su alimento y bajar el nivel trófico de la producción (no es lo mismo, criar salmones que comen otros peces que criar abalones que son herbívoros).
Además, la acuiculura incluso aporta beneficios importantes pues tiene una menor huella ecológica que la agricultura y mejora en algunos casos, como las granjas de algas, la calidad de las aguas en las que se practica porque reduce el exceso de nitrógeno y fósforo.
Carlos Duarte sostiene que el desarrollo de la acuicultura es “una oportunidad tremenda para conseguir aprender a producir alimentos de forma sostenible”. Y será sostenible o no será.
Ya anteriormente, Manuel Barange, máxima autoridad de la ONU en materia de pesca relató el contenido del informe SOFIA , sobre el Estado de la Pesca y la Acuicultura en el mundo- haciendo hincapié en lo que puede hacer el sector por alcanzar dos objetivos con los que arrancan los 17 del desarrollo sostenible: la reducción de la pobreza y el hambre cero. Allá por el 2030, la FAO augura que la ingesta de pescado estará en los 24,1 kilos por persona, un 4 % más que ahora, y que casi el 60 % procederá de la acuicultura. En e,l 2018 se batió el récord de producción de pescado -179 millones de toneladas, con un valor en primera venta de 36.186 millones de euros-, el número de personas malnutridas en el mundo sigue subiendo desde el 2015. Su consumo ha crecido a una tasa anual del 3,1 %, de forma que hoy en día su ingesta per cápita está en los 20,5 kilos por persona y año, el doble que en los sesenta si bien la producción pesquera continúa estancada en el entorno de los 96 millones de toneladas, la acuicultura ofrece un enorme potencial para «contribuir a una mejora nutricional del planeta».
Y ahora se come en todo el mundo, algo que no ocurría hace 50 años, pues no todo el mundo tenía acceso a los productos pesqueros. Con todo, «el mundo no come suficiente pescado», apuntó Barange. Según explicó, expertos en nutrición estimaron los parámetros de una alimentación saludable y la ingesta actual de proteínas marinas está «por debajo de esa dieta de referencia». Al menos, las perspectivas de mejora son buenas.
79% de los peces son biológicamente sostenibles
Anteriormente, Manuel Barange repasó las luces y sombras de la sostenibilidad biológica, ofreciendo desnudos unos datos que, apuntó «muchas veces son mal interpretados y otras muchas mal utilizados». Señaló que el 79 % de las poblaciones de peces son biológicamente sostenibles, subrayando que las especies, sometidas a una gestión eficaz, «son sostenibles y aumenta la biomasa». No ocultó los puntos oscuros que son el Mediterráneo, el mar Negro, así como el suroeste del Pacífico y el Atlántico en esa misma latitud, una situación que, se mostró convencido, se revertirá si se hace una gestión eficaz de los recursos.
Con esa pata ya equilibrada, el director de Pesca de la FAO llamó a mejorar los esfuerzos «hacia la sostenibilidad social en la pesca y la acuicultura», porque «sin sostenibilidad social, el taburete no se sostiene». Así, incidió en que si hay hambre, el medio ambiente se olvida. Y en que «es fácil pedir que se eliminen los buques de pesca si tu alimento y tu sustento no dependen de ellos», consejos estos de su cosecha, no de SOFIA. Como también es suya la llamada a los cocineros a dar de «comer lo que hay». Porque el cambio climático va a hacer que unas especies abunden y otras escaseen, con lo que «va a cambiar lo que llega a la lonja». Si se va a lo seguro, a dar al cliente lo que conoce y demanda, se puede ver amenazada la sostenibilidad. Si abren el abanico y dan a conocer especies menos explotadas pueden ayudar a los pescadores y al medio.
Fuente: europa.azul.es