Por Gustavo Arencibia Carballo
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El proceso de desarrollo tecnológico trae consigo nuevos problemas que se le plantean al hombre en sus relaciones con el ambiente.
El desarrollo industrial
La contaminación acuática es un problema altamente definido en las últimas décadas, fundamentalmente por el acelerado proceso de industrialización que vive la humanidad.
Las crecientes necesidades han provocado el desarrollo e incremento de las potencialidades de producción de forma tal de satisfacer, con este aumento del rendimiento de los medios de producción, las necesidades de la población.
Aparejada a la revolución científico-técnica, las civilizaciones modernas han desarrollado los más diversos métodos para utilizar efectivamente las fuentes económicas, pero el desarrollo de los pueblos no solo se fundamenta en el máximo aprovechamiento de sus recursos, ya que los altos logros en la industrialización inciden en ocasiones desfavorables e irreparablemente sobre el medio ambiente. Ya sea la urbanización o la industrialización, implican un considerable monto de desechos de todo tipo, que de no tener una correcta disposición deteriora el entorno.
Esto no quiere decir que el desarrollo de un país traiga consigo contaminación, esto se puede evitar con la planificación de los recursos y la ejecución de un conjunto de medidas administrativas en beneficio de un consecuente progreso económico y social, sin afectar el medio ambiente. Podemos afirmar que para alcanzar una prosperidad estable y duradera es indispensable preservar los recursos naturales.
Sin embargo no pretendemos actitudes conservacionistas ni extremas, al preservar ese medio; la naturaleza deberá evolucionar progresiva y equilibradamente según las nuevas condiciones surgidas de la interacción mutua con el hombre. De aquí la importancia de las investigaciones científicas para ir conociendo el comportamiento de todo el ecosistema y su variabilidad frente a los cambios.
Un problema ecológico a solucionar
El hombre en su actividad fabril ha degradado las corrientes de agua y zonas marinas al hacer llegar a ellas sus descargas de albañales, residuales industriales, aguas de retorno agrícola, llenándolas de desechos orgánicos e inorgánicos, que afectan notablemente su calidad.
La contaminación del agua por lo tanto como otras formas de daños al medio, constituye uno de los problemas ecológicos principales que requiere se le de cuanto antes, soluciones rápidas y efectivas, más cuando son precisamente los mares, ríos y lagos los destinados a jugar un destacado papel como enorme fuente de alimentación para la superpoblación del mundo en el futuro.
Es por lo tanto, que en primera instancia, debemos luchar por descontaminar los mares, bahías y ríos teniendo en cuenta dos factores: detener la acción contaminadora y en segundo lugar combatir la situación actual. Así mismo, resulta de vital importancia planificar las nuevas inversiones que no sean una futura fuente de contaminación.
Por tal razón el hombre deberá enfocar esta lucha hacia el objetivo de mantener el agua con una calidad semejante a la de su condición natural.
La eliminación de las afectaciones al medio plantea una gran diversidad de problemas; los peces y otras formas de vida se ven agredidos y en ocasiones mueren a consecuencia de los cambios de su hábitat y es preciso defenderlos de esta acción devastadora, que una gran parte de la población mundial no reconoce por hábitos de conducta consumistas o otra solo por el hecho de tener problemas acuciantes que resolver como el hambre y la sequía que ponen en riesgo su propia supervivencia.
La actitud ante el problema
La lucha contra la contaminación en los países capitalistas generalmente se produce desde un enfoque de clases, las empresas y compañías privadas priorizan las ganancias y tratan de eludir los gastos que garanticen la seguridad de los recursos naturales. En esto se ha adelantado de forma positiva en los últimos años pero aun es deficiente los empeños. Es el caso de los accidentes de los buques petroleros, los cuales se han producido en la mayoría de los casos por negligencia del personal operativo y el no cumplimiento de las normas internacionales de seguridad. Igualmente pasa con la limpieza de las cisternas de los buques tanto en aguas someras como profundas.
En cambio en algunos países en desarrollo y también desarrollados la reglamentación de las normas de vertimiento y de los daños que inciden en el ecosistema es un interés del Estado, el cual garantiza por todos los medios el bien de la propia naturaleza y del hombre.
Un sistema de dirección planificada en la economía permite la explotación racional de los recursos naturales, de manera que exista un equilibrio armónico entre la acción del hombre sobre el medio y la protección del ecosistema. Esto hace viable en muchos casos prevenir los daños y prejuicios al medio ambiente, de manera que una industria no podrá arrojar sus residuos al medio impunemente. La industria deberá planificar las posibles soluciones a sus residuales de tal forma que al ser vertidos ocasionen el mayor daño posible, evitando el deterioro de los recursos económicos presentes en cada área de explotación.
Por ejemplo una industria colocada junto a un río debe aprovechar sus aguas para sus procesos internos, pero no podrá con sus residuos líquidos afectar la fauna de dicho río, para lo cual debe lograr un aprovechamiento adecuado de la capacidad de autodepuración del curso de agua.
Por su parte la sociedad actual, no obstante del sistema jurídico para protección del entorno qe emplee, no alcanza un nivel aceptable de eficiencia, pues la contaminación progresa cada día más y los problemas con el agua potable son evidentes a nivel global.
Las empresas, compañías y monopolios privados en sus empeños rapaces de obtener siempre mayores ganancias, sobreexplotan los recursos naturales en países del tercer mundo y producen enormes cantidades de mercancías y residuales, asimismo evaden con frecuencia la instalación de plantas depuradoras para dichos residuales.
De todo esto se desprende que es precisamente urgente, formar un eficiente sistema social de control, el que deberá poseer las condiciones óptimas para contrarrestar y resolver las relaciones de contaminación del hombre con la naturaleza, dado su principal objetivo, la salud del ecosistema para el bien de la sociedad.