La agricultura es uno de los sustentos de nuestra economía y de la de América Latina y el Caribe. Por eso, la semana del 20 al 24 de Enero de 2020 se reunieron en Chile representantes de 12 países de la región, además de México, para revisar los avances del proyecto regional RLA/5/078 “Mejora de las prácticas de fertilización en los cultivos mediante el empleo de genotipos eficientes, macronutrientes y bacterias promotoras del crecimiento de las plantas (ARCAL CLVII)” que, a partir del uso de genotipos en macronutrientes y bacterias que promueven el crecimiento, busca mejorar las prácticas de fertilización en cultivos de importancia para cada país. Esto en el marco del Acuerdo Regional de Cooperación para la Promoción de la Ciencia y Tecnologías Nucleares en América Latina y el Caribe (ARCAL).
Esta instancia fue organizada por el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) de Chile y la Comisión Chilena de Energía Nuclear (CCHEN), con el fin de analizar el progreso en su implementación, considerando la revisión de los genotipos seleccionados, la evaluación de las cepas de microorganismos que se utilizarán como biofertilizantes y la identificación de brechas de conocimiento.
“Para que haya un proyecto regional, debe haber un problema y una solución común. En este caso, es la insuficiencia alimentaria, y por eso buscamos aumentar la producción de alimentos, desde una arista económica y sustentable, generando sistemas de producción de cultivos eficientes e impulsando el uso de biofertilizantes”, señaló Eulogio de la Cruz Torres, del Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ) de México, y coordinador general de este proyecto (DTM).
“La posibilidad de desarrollar biofertilizantes, que son bacterias o microorganismos que habitan en el suelo, nos permitirá reducir costos y promover el desarrollo de una agricultura sustentable, considerando que los fertilizantes químicos contaminan la tierra y muchos de ellos impactan desfavorablemente las características físico-químicas de los suelos”, agregó De la Cruz.
En su desarrollo juegan un rol clave las técnicas nucleares y convencionales. Parte de estas últimas son las técnicas microbiológicas, que incluyen una etapa de aislamiento de la cepa, su caracterización, establecimiento de la dinámica de crecimiento y producción de un biofertilizante. En tanto, las técnicas nucleares consideran el uso de isótopos estables, como el nitrógeno 15, para evaluar la eficiencia de la planta y de los biofertilizantes, en virtud de la asimilación del nitrógeno.
Para graficar la importancia de este proyecto, basta revisar algunos números: una cuarta parte de las tierras cultivables del mundo están en esta región y la exportación de sus productos agrícolas corresponde al 15 % del total global. En Chile por ejemplo, las cifras hablan por sí solas: el área creció en un 5,8% en 2018, las exportaciones alcanzaron los US $18 mil millones, generó más de 800 mil nuevos empleos y 26 Acuerdos Comerciales con 64 mercados.
“Este proyecto ha permitido organizar encuentros entre el SAG, la Red Chilena de Bioinsumos y empresas privadas dedicadas al análisis de suelo, microorganismos y producción agrícola del país, para discutir la futura norma de productos bioestimulantes y biofertilizantes, que nos permitirá contar a futuro con protocolos homogéneos de análisis entre laboratorios. Así, tanto el productor agrícola como las empresas comercializadoras, podrán asegurar los elementos presentes en el etiquetado de estos productos y su envasado”, señaló Ernesto Vega, jefe de Sección del Laboratorio Bacteriología Agrícola del SAG
En tanto, Adriana Nario, contraparte nacional por Chile del proyecto RLA/5/078, puso en relieve el fortalecimiento de la red de contactos establecida a nivel nacional e internacional, destacando especialmente la vinculación estratégica que existe con el SAG, gracias a lo cual se han visto fortalecidas las técnicas isotópicas en las líneas I+D con foco en el logro de objetivos de valor hacia la comunidad.
Mucho más allá de nuestras fronteras, a nivel mundial la agricultura es una de las líneas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, y por tanto, ocupa y preocupa al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que pone a disposición recursos para promover el uso de las técnicas nucleares con fines pacíficos y de desarrollo.
En esa línea, “el principal mecanismo de apoyo del Organismo es el Programa de Cooperación Técnica, que busca transferir conocimiento y tecnología ya aplicada y desarrollada, y llevarla a los Estados Miembros, para que la conozcan, perfeccionen y compartan”, puntualizó Karla Molina, de la División de Cooperación Técnica para América Latina y el Caribe del OIEA.
Más aún, “nuestros proyectos conectan las necesidades de los Estados Miembros con los Objetivos de Desarrollo Sustentable. Por ejemplo, en este caso, apuntamos al objetivo número 2, que se enfoca en la seguridad alimentaria, la agricultura sostenible y su relación con el cambio climático”, concluyó Molina.
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