Open science’ frente al COVID-19: la transformación del método científico

Si algo ha puesto de manifiesto la pandemia generada por la enfermedad COVID-19 es que los esfuerzos colectivos son fundamentales para hacerle frente a una amenaza global de esta magnitud. Mientras el brote del virus SARS-Cov-2 sigue expandiéndose por casi todos los países del mundo, la cooperación científica se abre camino creando nuevos circuitos para compartir información y ganarle terreno al coronavirus. El método científico experimenta una acelerada reconversión hacia el acceso abierto u ‘open science’.

El método científico y las instituciones que participan en el proceso de investigación también se adaptan a una nueva rutina impuesta por el COVID-19. ¿Qué quedará después de la pandemia? ¿Logrará este virus redefinir también los estándares internacionales de investigación científica? ¿Se convertirán los avances científicos, como la potencial vacuna frente al virus, en un derecho fundamental de todos los ciudadanos, o seguirá predominando una dinámica de mercado en un contexto como este?

El microbiólogo Kerry Pollard, realiza una extracción manual del coronavirus en los laboratorios del Departamento de Salud de Pensilvania – Imagen: Flickr

COVID-19 y ciencia de datos: el impulso final para la ciencia en abierto

Actualmente, las certezas son pocas pero esenciales: toda la comunidad internacional está volcada en un mismo objetivo. Derrotar al virus SARS-CoV-2 con una potencial vacuna y optimizar el tratamiento médico de COVID-19 son las estrategias predominantes. Todavía queda mucho que entender sobre el curso de la enfermedad: por qué en algunos pacientes desata una tormenta de citoquinas que empeora todos los pronósticos, y qué fármacos existentes pueden ayudar a prevenir esos casos y en qué fase del tratamiento. Una de las claves para conseguir desentramar estas incógnitas es la ciencia de datos: tener una base de datos abierta y lo más completa posible es el primer paso para acorralar al nuevo enemigo vírico del planeta. La ciencia de datos nos está enseñando mucho sobre esta enfermedad y, desde luego, tiene un papel fundamental para poder controlarla en los próximos años: las aplicaciones de rastreo y geolocalización parecen alzarse como la alternativa más inteligente al distanciamiento social para las fases venideras de recuperación progresiva de las rutinas hasta ahora habituales.

Además de una aplicación práctica para todos los públicos, la ciencia de datos también tiene el potencial de revolucionar el método científico. En un momento de la historia en el que la tecnología tiene herramientas suficientes para hacer realidad las promesas de la inteligencia artificial, el COVID-19 parece ser el impulso definitivo para dar el salto hacia una evolución del método científico a nivel internacional. En medio de una crisis en la que las barreras comerciales y en el transporte han impedido la circulación de materiales críticos, la información científica sí ha circulado más libre que nunca y además, ha liderado la respuesta global a esta pandemia. En un estudio sobre las necesidades y consecuencias que implica imponer el ‘open science’ como estándar en la investigación científica, la UNESCO destaca la necesidad de abordar cuestiones de derechos de propiedad intelectual y derechos de autor, al mismo tiempo que se garantiza la protección de datos y la privacidad como algunos de los retos fundamentales del proceso.

Una ciencia sostenible es una ciencia compartida

La idea de una ciencia en abierto o compartida es anterior al estallido de esta crisis, pues la UNESCO, la organización mundial legitimada para construir una visión cohesionada y coherente del concepto de ciencia abierta, tenía en marcha un plan con este objetivo desde 2019. El estallido del COVID-19 nos ha pillado en la fase C de esta hoja de ruta: definir un marco común y consensuado. Lo que ha cambiado la irrupción del COVID-19 es, sin duda, el ritmo: igual que ocurre en el curso de la propia enfermedad: la experiencia avanza en este caso más rápido que la propia teoría científica.

Para arrancar con el citado plan de transformación para la ciencia que ha establecido Naciones Unidas, lo primero es definir el concepto de ‘open science’ y un conjunto compartido de principios generales y valores asociados de manera consensuada. En la 40ª sesión de la Conferencia General de la UNESCO (celebrada en diciembre de 2019), 193 Estados miembros encargaron a la organización desarrollar un instrumento internacional de normas sobre ‘open science’. La idea que subyace es la de permitir que la la información científica, los datos y los resultados sean más accesibles (acceso abierto) y fomentar además la participación activa de todos los interesados (abierto a la sociedad), tal y como explica la propia organización. El origen del movimiento está en la comunidad científica, y se ha extendido por todas las naciones del planeta que llaman a la apertura de las puertas del conocimiento a nivel mundial. El objetivo es involucrar a científicos, investigadores, responsables políticos, empresarios, educadores, inversores, y ciudadanos bajo un paraguas consensuado.

La ciencia en abierto: un cambio de juego frente a la desigualdad

La directora general de la UNESCO, Audrey Azoulay, destacaba en unas declaraciones recientes cómo la pandemia de COVID-19 “aumenta nuestra conciencia sobre la importancia de la ciencia, tanto en investigación como en cooperación internacional”. La crisis actual, en palabras de Azoulay, también demuestra “la urgencia de intensificar el intercambio de información a través de la ciencia abierta”.

Otro de los aspectos más destacables de esta transformación es el de garantizar que la ciencia abierta realmente beneficie a los países en desarrollo. ¿Será la ciencia en abierto el motor definitivo para cambiar las reglas del juego de la desigualdad económica? La Unión Africana, por ejemplo, es una de las instituciones que defiende esta teoría, con el lanzamiento de la ‘African Open Science Platform’, que reconoce el acceso abierto a la ciencia como “un cambio de juego para abordar las desigualdades”, tal y como recoge la web de la UNESCO. Según esta plataforma, en África los países necesitan fortalecer sus sistemas científicos y beneficiarse de los resultados de la ciencia producida en todo el mundo, una visión está totalmente alineada con la Agenda Africana 2063 y la Estrategia de Ciencia, Tecnología e Innovación para África (STISA-2024).

En todo el mundo existen ya a nivel internacional, regional y por países, instituciones encargadas de promocionar la tendencia hacia el ‘open science’, ahora más activas que nunca. Algunas de las iniciativas más vanguardistas, como el ‘hackathon’ virtual de la UNESCO “CodeTheCurve”, ha contado con la participación de más de 200 equipos de todo el mundo para seleccionar las ideas más disruptivas e involucrar a los más jóvenes en la lucha contra el COVID-19.

Por su parte, la base de datos sobre investigación en COVID-19 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) alberga más de 9.600 investigaciones en abierto, en la fecha en la que se escribe este artículo. Por su parte, la Unión Europea ha lanzado un plan de coordinación de la investigación sobre el COVID-19, entre otras iniciativas, en el que también destaca la urgencia de compartir conocimiento científico a nivel global. Entre los objetivos de este plan está coordinar la distribución de fondos, la realización de estudios científicos de amplio espectro y fomentar el apoyo a las compañías e ideas más innovadoras, entre otros.

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Publicado en Artículos.

Cuba, La Habana. Investigador Titular del Centro de Investigaciones Pesqueras, doctor en Ciencias en el Uso, Manejo y Preservación de los Recursos, y maestro en Ciencias del Agua.

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