- Conscientes del aumento de población que se aproxima en las próximas décadas, un grupo internacional de científicos ha estudiado cómo optimizar la pesca, la cría de peces y el cultivo de bivalvos de forma sostenible.
Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Ganadería (FAO, por sus siglas en inglés) pronostica que para el año 2050 la población mundial se situará en 9.100 millones de personas. Esta proliferación podría provocar desajustes en la demanda de alimentación a escala internacional.
Como solución, la expansión de la agricultura y la ganadería basada en la tierra es posible, pero puede exacerbar el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Por ello, científicos procedentes de diez países diferentes –entre ellos la española Elena Ojea, investigadora en el Centro de Investigaciones Marinas de la Universidad de Vigo (CIM)– se han unido para estudiar las posibilidades que puede ofrecer el mar.
“Nuestra investigación contribuye a resolver una pregunta muy acuciante a nivel mundial. Dado un planeta con recursos limitados y una población creciente, ¿cómo vamos a alimentarnos en el futuro? Los océanos pueden tener un papel más relevante del que tienen actualmente para alimentar a la población humana”, adelanta a SINC Ojea.
Las conclusiones del estudio, publicadas en la revista Nature, calculan que la producción mundial anual de alimentos del mar podría aumentar entre un 36 % y un 74 % para el año 2050. O lo que es lo mismo, entre 21 y 44 millones de toneladas adicionales. Todo ello de forma sostenible, sin dañar los ecosistemas y sin contribuir al cambio climático.
“Estas cifras se han calculado teniendo en cuenta prácticas sostenibles en la pesca y en la acuicultura, minimizando su impacto ambiental”, explica la investigadora gallega. Tal y como afirman los cientificos, los alimentos de origen marino pasarían a aportar la cuarta parte de la carne necesaria para alimentar a la población mundial, si se adoptan mejoras y transformaciones en la producción.
“Este hecho puede ayudar a llenar significativamente la brecha entre el aumento previsto de la demanda y la oferta procedente de la tierra, que es muy limitada”, opina Christopher Costello, profesor de Economía Ambiental y de Recursos en la Universidad de California Santa Barbara y autor principal del estudio.