El embajador y miembro fundador de la Singularity University dice que hoy debemos absorber 20 transformaciones tan disruptivas como lo fue la imprenta.
El trabajo de Salim Ismail (Hyderabad, India, 1965) consiste en detectar y explorar las posibilidades de las tecnologías más rompedoras. Este canadiense nacido en la India es embajador y miembro fundador de la Singularity University, el elitista centro de formación que pusieron en marcha Google y la NASA en Mountain View, California, para “preparar a la humanidad para los crecientes cambios tecnológicos”. Ismail tiene también una fructífera trayectoria como emprendedor en serie, que interrumpió cuando Yahoo! le fichó para dirigir su aceleradora de empresas y que retomó después fundando Ångströ, una compañía que usaba las redes sociales para encontrar información y noticias de los clientes y que le compró Google en 2010.
El salto al estrellato lo dio tras publicar Organizaciones exponenciales (Bubok Publishing, 2014), que intenta explicar “por qué las nuevas organizaciones son diez veces mejores, más rápidas y más baratas que la tuya”. Su respuesta: el éxito tiene que ver con la forma de organizarse y con el uso que se haga de la tecnología. Se convirtió en un bestseller en el entorno del management y le catapultó como orador profesional (da más de 150 conferencias al año). Unas semanas antes de que estallara en toda su crudeza la crisis del coronavirus, recaló en Madrid para dar una charla en la Fundación Rafael del Pino sobre la trascendencia de los cambios tecnológicos que estamos viviendo hoy en día.
¿Por qué vivimos una época especial?
Atravesamos un momento de cambios tecnológicos masivos. En el siglo XV, la imprenta de Gutenberg transformó completamente la sociedad y el mundo al democratizar la literatura. Creemos que hoy tenemos unos 20 impactos de ese calado sucediendo al mismo tiempo. Blockchain, los drones, la energía solar, la inteligencia artificial, la neurociencia y la nanorobótica son quizás los más destacados. El impulso de estas tecnologías está alterando todas las instituciones del mundo. La mayoría de ellas, como la educación, la democracia o los sistemas legales y sanitarios se desarrollaron hace dos o tres siglos, cuando la información era escasa y se movía de forma lenta. Nuestros líderes políticos y empresariales no están formados para afrontar este momento.
¿Cómo deberíamos gestionar un momento como el actual?
Nos llevó un siglo absorber la revolución de la imprenta. Creo que veremos muchas luchas, esperemos que no tan físicas como económicas: criptomonedas contra banqueros, taxis contra Uber… Cuando tratas de hacer algo disruptivo, el sistema inmune te ataca. En este caso serían o el regulador o las empresas que se vean amenazadas. Una de las claves será descentralizar el poder, dar más capacidad de decisión a las ciudades.
Hace tres años se produjo un punto de inflexión: por primera vez, construir una planta de generación de energía solar fue más barato que desarrollar una basada en combustibles fósiles de potencia equivalente o incluso que mantener una ya existente. ¡Eso es una locura! El cambio hacia la energía solar será rápido, seguramente no tanto como para frenar el cambio climático pero sí para poner en serios problemas a las petroleras. Eso puede suceder antes de 2028. Creo que podemos tener otra crisis del petróleo en los próximos dos años, y esta vez la industria no se recuperará.
¿Cómo valora entonces que la petrolera saudí Aramco sea la mayor compañía del mundo por beneficios y capitalización?
Sus reservas de petróleo y las infraestructuras de extracción y refinamiento que tiene valen mucho dinero. El motivo de su éxito: el coste marginal de extracción es muy barato para la compañía, de unos siete dólares por barril. En mi país, Canadá, es de 40 dólares. Arabia Saudita y los accionistas de Aramco están confiando en que el barril siga costando 100 dólares, pero no creo que volvamos a eso.
¿Qué otras industrias tienen su futuro amenazado?
De las que se verán afectadas a corto plazo, las mayores son la energética y la automotriz. Estamos pasando muy rápido de la propiedad al acceso en la movilidad y de la combustión a lo eléctrico. En tres años no tendrá sentido comprarse un coche con motor de gasolina. Es fascinante que el Model S de Tesla, de 2012, sea todavía el coche más avanzado del mundo. La industria automotriz no ha sido capaz de desarrollar nada mejor en casi diez años, es terrible.
Usted sostiene que la economía del compartir, también llamada economía colaborativa, no durará más de 10 años.
Así es. Fíjese en Uber. En cuanto se automaticen los coches, ya no le hará falta buscar conductores. El accidente del coche autónomo de Uber le hizo mucho daño a la industria, pero ahora hay estudios que dicen que, en pruebas de unos 200 km en entornos controlados, un Tesla autónomo tiene menos accidentes que otro con conductor. Y esto mejorará. Pero para que esta tecnología se adopte masivamente tiene que demostrar ser súper segura, y eso llevará tiempo.
Qué hay de los coches voladores?
Son técnicamente viables. Lo que voy a decir es muy provocador, pero si ya viajáramos en drones, Kobe Bryant seguramente seguiría vivo. Tienen múltiples rotores, de manera que si falla uno los demás pueden hacer el trabajo. El helicóptero, en cambio, solo tiene uno. El desafío aquí es legal, la tecnología ya está disponible. Casi todas las políticas públicas son defensivas y reactivas. Los gobiernos están apostando por el proteccionismo.
¿Cómo se debería adaptar la educación a este entorno de cambios tan profundos para que no se quede obsoleta?
Creo que la educación es uno de los entornos más propicios para la disrupción. Creamos la Singularity University porque el modelo educativo no ha cambiado en 450 años. La Academia es el sistema más inmovilista del mundo. No hay ningún MBA capaz de enseñarte a crear Uber: te forman para dirigir la empresa del siglo XX. El sistema educativo está pensado para que los jóvenes lleguen a la veintena preparados para entrar en el mercado laboral. El problema es que no sabemos qué tipo de empleo habrá dentro de cinco años. ¿Qué enseñamos? Creo que lo que veremos es una transición de los sistemas educativos muy dirigidos y estructurados hacia sistemas de aprendizaje: cuando tengas un nuevo trabajo o proyecto, buscarás formación específica para realizarlo.
Los MOOC (cursos online gratuitos) iban a cambiar el mundo. ¿Qué fue de ellos?
Cuando algo se convierte en tendencia exageramos sus repercusiones esperadas. Entonces el interés en ello disminuye y si finalmente funciona ya nadie se da cuenta. Ese es el ciclo del hype, hemos visto muchas tecnologías pasar por esta curva. La impresión 3D estuvo arriba, luego cayó y ahora está empezando a cambiar las cosas. El bitcoin, blockchain y la realidad virtual están en plena bajada; los coches autónomos ya bajaron y empiezan a subir. Creo que eso es lo que va a pasar con los MOOC: eventualmente transformarán radicalmente la enseñanza y nadie se dará cuenta de ello. En Silicon Valley, el salario de los programadores ya no tiene ninguna correlación con la universidad en la que estudiaron, sino con su rating en la plataforma de desarrollo colaborativo Github. Por tanto, la gente ya no tiene necesidad de sacarse una licenciatura en informática: se puede aprender a programar online. Ya estamos en pleno proceso de cambio.
Si tuviese que elegir una tecnología por su poder disruptivo, ¿con cuál se quedaría?
Me quedaría con tres. La energía solar sería una de ellas, protagonizará sin duda los mayores cambios sistémicos que verá nuestra generación. Chile ya está generando tanta energía solar que la está dando gratis a sus países vecinos. La segunda sería blockchain. Creo que impactará especialmente en los gobiernos, ya que dejarán de ser necesarios para autenticar documentos, licencias, etcétera. La tercera tecnología sería la biotecnología, especialmente la técnica de edición genética CRISPR. Poder editar nuestro genoma transforma completamente la forma de enfocar la medicina, marcará época.
¿No cree que es un poco peligroso abrir la veda del uso de la edición genética?
En los años setenta separamos el sexo del matrimonio, ahora deberíamos separar la gestación del sexo. Eso es algo que va a pasar, cuanto más proactivos podamos ser al respecto, tanto mejor.
Fuente: Revista Retina