Por: Jorge Herrera
Vine a este maravilloso mundo gracias a mis padres, en especial a mi madre, que dio su vida, literalmente, para que yo y miles de mis hermanos pudiéramos nacer. Es un proceso verdaderamente fascinante, un ejemplo de cuidado y sacrificio maternal poco visto en la naturaleza. Una vez se dio “aquel” encuentro entre mis progenitores y se dio la fertilización, ella se puso en la tarea de cuidar cada unos de los miles de huevos fertilizados que, con habilidad, colgó del techo de su madriguera. A partir de ese momento, dejó de alimentarse y se dedicó, única y exclusivamente, a cuidar de ellos, esto es, retirando, con sus brazos o tentáculos, residuos de sedimento y lanzando chorros de agua para oxigenarlos; sin detenerse, día y noche. Una vez nacimos mis hermanos y yo, nuestra madre, antes de morir, dio su último esfuerzo lanzando chorros de agua para ayudarnos a salir de la guarida.
Fotos: Fernando José Mancera, Luis Arango y José María Chamorro,